Prólogo del libro “Hidalguías Riojanas. El Solar de Valdeosera” editado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Jerónimo Zurita, Madrid, 1949. Autor: D. Ramón José Maldonado y Cocat, Académico correspondiente de las Reales de la Historia y de las Bellas Artes de San Fernando e Hijo Adoptivo del Solar de Valdeosera
“En el año del Señor de 1944 y 1100 de la milagrosa y legendaria batalla de Clavijo, he visto en estas viejas tierras riojanas, en el marco espléndido de la Sierra de Cameros, recibir y asentar como hijosdalgo, con las antiguas ceremonias, según fuero y costumbre, a hombres de las más varias clases sociales que se llamaban parientes entre sí. Hombres que pastorean en las cumbres, otros que cuidan los campos de pan llevar en las vegas de esta vieja tierra, gentes de carreras universitarias, industriales de gran estilo, militares de tierra y mar y alguno que pinta en el escudo de las armas comunes corona de título de Castilla. Todas reconocen, por lejano no menos cierto, un mismo tronco; el frondoso árbol genealógico fué extendiéndose a través de los siglos y llegaron sus ramas a todas las tierras de la hispanidad; pero, por lo menos una vez en la vida, llegan peregrinando al viejo Solar, a beber el añoso vino riojano en jarra de barro de Navarrete, probar el picante jamón de Cameros y conocerse entre sí. Es la gran familia de Valdeosera y Tejada que, pese a todo, sigue viviendo y guardando sus viejas y sagradas tradiciones.
Oímos misa en la iglesia del Solar, que se yergue entre sus trece casas, “cada casa por una divisa o linaje”; presidían los Alcaldes, el Mayor y el Ordinario, que estaban rodeados de los claveros Diputados, que guardan las llaves del archivo que se ve al lado del Evangelio; la iglesia la llenaban los caballeros diviseros que traían en sus botas tierra de toda la serranía, afuera quedaron los perros cameranos custodiando las mantas de cuadros, las yeguas y las escopetas de caza, ¡tan aficionados a la montería estos riojanos!.
Después, en la gran casa de Linaje, con sus balconajes de forja en la cuadratura de piedra del edificio, sus cornisas labradas y el gran escudo de alabastro, entramos en la sala de Juntas. La puerta, de nogal tallado, fue abierta para recibir a los hijos de Valdeosera y Tejada, que, en un respetuoso silencio, presenciaron descubiertos tomar la vara antigua al Alcalde Mayor, y, a una seña, ante el Notario público que daba fe, acercarse el primero al Alcalde Ordinario y dar su nombre, el de sus padres y abuelos y añadir la palabra, una de las trece, que abre las puertas del Solar “Divisa del Regajal”. Se inscribieron medio centenar de nuevos caballeros, después visitaron “sus casas”, de las que simbólicamente tomaron posesión, y más tarde, en verdadera hermandad de sangre y tradiciones, el párroco bendecía la mesa para empezar el “banquete de familia” en el que se come y se bebe a la riojana.
A la caída de la tarde se fueron despidiendo los diviseros. Un ruido alegre de cascos y una algarabía de perros se fué perdiendo en la noche; yo bajé la cuesta entre prados, rodeando los guijarros de un arroyo que conduce al cercano pueblo de San Román de Cameros, donde esperaba el coche que nos conduciría a Logroño; entonces me di cuenta de que vivía en el siglo XX, el Solar de Valdeosera me lo había hecho olvidar y creí vivir un día de otros tiempos.
El cuadro que presencié no pudo por menos de impresionarme. Mi afición y trabajos por la Ciencia Heróica, mi ardiente amor a la tradición y a los viejos papeles, me decidieron a estudiar más a fondo este Solar camerano de la Rioja, tan enormemente interesante y magnífico y desconocido para tantos. A lomos de caballos serranos, peregriné largamente yo también por los Cameros, conocí sus villas dormidas, sus iglesias llenas de recuerdos y buenos archivos; traté a sus gentes sencillas, señoriles y hospitalarias, comí su pan y bebí su vino. Muchas leguas conocieron mis pasos, y un día fuí a Valdeosera y a Tejada y corté en sus montes una rama de roble, nieta de aquella que un caballero de gloriosa memoria cortó también, y con ella luchó al lado de su deudo el Rey, fundando más tarde estos Solares. Rama de tejo que le dió nombre y recuerdo imperecedero a Don Sancho Fernández de Tejada.
Acompañando de miembros del linaje, que vinieron de cuatro villas para juntar las llaves, abrí el archivo; la pesada puerta de roble, de unas sola pieza, con letras incrustadas de latina forja, se abrió y me fué entregada la documentación preciada que amorosamente llevaron a la casa del linaje. Allí quedé entre los viejos papeles, y rodaron los siglos estudiándolos. Un olor a incienso y un sabor a cruzada pareció embargar el ambiente en mis largas horas de investigación. Entre aquellas nobilísimas paredes, me ganó la Rioja mi corazón de genealogista de por vida.
Allí me contaron los documentos la vieja conseja de la reconquista de estas tierras y la fundación de estos Solares, enredados ambos hechos en la discutida y milagrosa batalla de Clavijo. Es así: En plena batalla campal en estas mismas serranías, cuando los escuadrones cristianos tenían cerca el Castillo de Clavijo, un capitán del Rey, curtido en la buena guerra, animado de santa furia “con la ayuda del Señor Santiago”, se destacó de todos, seguido por su mesnada, y logró ser el primero en clavar el pendón cristiano en la más alta almena del castillo. Allí quedó por Alcaide. Entre sus muros, que el agua de la gracia purificó, le fueron dando: la morisma, ocasión de combatir, y su castellana los continuadores de su sangre y de su gloria; trece batallas fueron las primeras de la reconquista de la Rioja, siendo su presa también el Castillo de Viguera, y trece varones le dió Dios; no pudo ser mejor el premio.
Después de tanta prueba de amor a su patria y a su Rey, en las que fué dejando su sangre y su vida, el premio real se impuso, y el extenso Valle de los Osos, con sus pastos, sus montes, “sus aguas estantes e corrientes”, desde la tierra al cielo, fue el señorío del Capitán. Señorío de guerra, jurisdicción civil y criminal, rollo en la plaza y caudillaje de por vida. Más tarde, fundó Don Sancho a Tejada, en el mismo lugar de su hazaña del Tejo, que también le fué entregado por merced real, ambos Solares, que son uno mismo y de una misma sangre y origen. De ellos salieron los fundadores de las villas de Cameros y gran parte de la Rioja.
Don Sancho fundó los Solares, dándoles su ley de por siglos, ley y costumbre que se conserva hoy día.
Es repetidamente afirmado en privilegios y documentos, así como en la heráldica de los Solares, en su pétreo simbolismo, que hubo Don Sancho en Doña Niño de Guzmán, su mujer, trece hijos representados en las trece estrellas de su blasón, pero también se afirma que con él combatieron trece caballeros que, como guardia personal y de confianza, acudieron con su Capitán a la batalla de Clavijo, asignándoles, algunas veces, su origen gallego “trece caballeros galicianos” (el número se repite siempre), y éstos continuaron con Don Sancho una vez encargado de la guarda de los Castillos de Clavijo y Viguera.
Adelantando la conquista, y en las trece batallas o escaramuzas que primeramente dirigió Don Sancho para la reconquista de la Rioja, es natural que a estos caballeros les encomendara sus primeras conquistas y establecieran, bajo su mando, las líneas de fortificaciones históricas en los castillos de Jubera, Ocón, Ausejo, Calahorra, Cornago y otros de la Sierra de Cameros, ya que aunque la línea no se pudo establecer en un día, los hijos de Don Sancho necesitarían cumplir, por lo menos, los cuatro lustros para manejar la lanza y ceñir la espada. Estos caballeros fueron, por lo tanto, los primeros en establecer los primitivos núcleos cristianos de población, en especial en los montes de Cameros, en nuestro criterio, ayudados luego por los hijos de Don Sancho, y todos dirigidos por el venerable Caudillo.
Es, pues, difícil, en época tan remota y con la costumbre de entonces de usar los apellidos patronímicos -ya que hasta entrado el siglo XI no empieza la costumbre entre los nobles de conservar el apellido paterno-, distinguir en los Solares que estudiamos los descendientes de los trece Caballeros y los que llevaron en sus venas la patricia sangre de Don Sancho, sangre real, según algunos, de la casa de Asturias y León.
Es nuestra opinión que Don Sancho, al recibir de manos del Rey los Señoríos de Tejada y Valdeosera, trató por igual a sus hijos y a sus fraternales caballeros, y que unos y otros, al inscribirse en ambos Solares y dar principio a las Divisas famosas, atendieron más a razones geográficas o de proximidad a éstos, ya que con la paz fueron estableciéndose, como hemos apuntado, en los primeros poblados y fué relativamente pronta la decisión de avecindar vasallos en ambos Solares.
Abundando los apellidos geográficos riojanos y patronímicos, en unos casos, y conservándose el nombre de Tejada, solo o con patronímico, en otros, pero indistintamente en Valdeosera y Tejada, puede muy bien ser una teoría el que sean los descendientes de Don sancho y de sus hijos estos últimos y de los caballeros los primeros, dando a unos y otros, su Capitán y su padre, el Señorío y las armas comunes, y multiplicándose todos y extendiéndose y fundando casas, lugares y pueblos por la tierra riojana, como las estrellas de sus armas.
Ordenó, pues, Don Sancho que en las trece casas que por su mandato se construyeron alrededor de la iglesia cristiana, viviesen sus trece hijos y caballeros, y allí permanecieran en servicio de su Rey y para defender la tierra de los moros, infieles y enemigos de España, siempre con el arma al brazo, como él siempre lo estuvo, y que dichas casas no se pudieran enajenar, vender ni perder hasta “el fin de los tiempos”. Toda la leyenda, historia o tradición, tuvo su motivo y su figura en el antiquísimo escudo familiar, que ya en documentos del siglo XV y XVI se describe tal como lo vemos hoy día en ambos Solares, documentos y piedras armeras de Cameros, pueblos de la Rioja y parte de Navarra. Lo cuartela la cruz de la Victoria en oro, en el primer cuartel; en campo de sinople, están los dos castillos almenados de Clavijo y Viguera, de oro, y salientes de cada uno bandera de plata con una cruz sencilla de gules en recuerdo de las que clavó Don Sancho. En el segundo cuartel, dos crecientes de plata rodeados de trece estrellas (los trece hijos) de oro en campo de azur; tercero, las armas reales de León, cuya sangre real llevaba Don Sancho, y en el cuarto, cortado de plata y sinople, y, sobre el todo, el oso de sable encadenado al tejo o roble de sinople; la bordura de oro con trece cruces de Santiago y trece veneras de plata intercaladas, y rodeando al blasón y dándole ornato, las trece banderas de azur con media luna menguante de plata en memoria de las trece batallas. La familia pone casco de frente forrado de gules, surmontado por un león y rodea la frase de la epístola de Santiago: “Beatificamus eos que sostinuerunt”. El Solar usa el mismo y añade una segunda bordura que aconseja “Laudeamus viros gloriosos et parentes nostros in generatione sua”, y añade corona imperial.
Pasaron los años, y en las “ordenanzas viejas” redactadas en 1579, según “como se viene haciendo de tiempo inmemorial a esta parte”, encontramos que una vez consolidada la reconquista de la Rioja y siendo ya muy numerosa la descendencia, acordaron los hijosdalgo de las trece divisas, para no “vender, enagenar ni perder” las casas y tierras del Señorío, dejar cada divisa, casa y tierra, pro indiviso entre todos los diviseros de cada una de las trece y que fueron ocupadas por renteros en calidad de vasallos del Solar. Hasta hoy día sigue esta costumbre, usando los Señores los pastos, cultivando los renteros las tierras y dando éstos sus rentas en metálico y especie el día de San Miguel de septiembre de cada año.
No ha sido ajeno el Solar a los pleitos y disputas de los tiempos. Las concordias con los pueblos vecinos sobre términos abundan, especialmente con la villa de Terroba de Cameros, lindante con Valdeosera; hay sobre ello un acuerdo de 1686, otro de 1694, y varios más. En este sentido, y con los vecinos del Solar, se dictaron también largas ejecutorias y sentencias reconociendo siempre el derecho del Solar. Las Ordenanzas Viejas de Valdeosera, que, como hemos dicho, datan de 1579, no tienen otro origen que el primer pleito, con documentación, conocido entre los Señores y los vecinos; en 1641 y 1698 se vuelve a discutir, y en 1710 sobre lo mismo; ya en el triste siglo XIX empieza la época de zozobra para los Solares con las leyes desvinculadoras, pronunciándose sentencia a favor de los Señores en 1856, y dándose el caso, casi único, de que por resolución del Gobernador Civil de la provincia, y de acuerdo con el Gobierno, publica el Boletín Oficial de la Rioja, en su número 36 del miércoles 25 de marzo de 1874, una disposición declarando los términos de los Solares excluídos del catálogo de los pertenecientes al Estado, siendo realmente curioso que en el mismo Boletín se lanzan anatemas contra las partidas carlistas riojanas que infestan la provincia, en cuyas filas luchaban muchos hijos de Valdeosera y de Tejada defendiendo la tradición que llevaban en sus venas. Y, últimamente, consejeros que desconocían, sin duda, las últimas provisiones, y poco amantes de las tradiciones patrias, llevaron a pleito de nuevo el Solar de Valdeosera, siendo ganado por los Señores en primera instancia en el Juzgado de Torrecilla de Cameros, y pronunciando sentencia firme la Audiencia Territorial de Burgos el 13 de abril del año de 1944, reconociendo el Gobierno del Caudillo dicho Solar y sus viejas y gloriosas tradiciones una vez más.
En este mismo año toma posesión de la Alcaldía Mayor Don Domingo María Alejandro Fernández de Tejada y Burrieza, cuarto nieto de Don Félix Roque Fernández de Tejada y Martínez-Adán, Alcalde Mayor también en el siglo XVIII, y en unión del Alcalde Ordinario, Don Pablo Sáenz Garrido, y de los Diputados y Claveros, dan un impulso magnífico al Solar de Valdeosera, hacen concordia con los vecinos, restauran la villa y la iglesia, con ayuda del Obispado, hacen nuevo libro Becerro y amojonan las tierras; el Solar marcha como en sus días mejores, y las rentas todas se emplean en obras. En recuerdo de todo esto se pone una lápida conmemorativa en la Casa del Solar; y son ellos los que dan toda clase de facilidades para escribir esta obra.
En cuanto al Solar de Tejada, una vez más repetimos, hermano del de Valdeosera, la Junta se renueva anualmente, siendo más largo el mandato del Secretario de la Casa, desempeñado por Don José Martínez, Alcalde que ha sido de Tejada, que por su entusiasmo y ayuda merece también las gracias en la consulta del Archivo.
Todos o casi todos los Reyes, confirmaron los privilegios de estos
Solares, y reconocieron su origen y gloriosa fundación, siendo el más
antiguo que conocemos el de Enrique IV, fechado en 16 de septiembre de
1460, inserto en el de los Reyes Católicos a 8 días de julio de 1491 en
la Vega de Granada, unos meses antes del fin de la Reconquista, y a
petición de los hijosdalgo Don Miguel de Tejada, Don Juan Fernández de
Tejada y Don Domingo de Tejada. Este maravilloso documento, en vitela,
con sello redondo en colores, que se conserva en el Archivo de Tejada,
es confirmado por las máximas Jerarquías de la Iglesia, del Estado y del
Ejército, y es lo más interesante en él la introducción, en cuya
redacción no dudamos ver la mano del gran político Don Fernando el
Católico, y que insertamos, por su interés y valor, íntegramente en los
capítulos siguientes.
Los mismos Reyes Católicos dictan Real Provisión contra el poderoso Señor de los Cameros y Conde de Aguilar, Don Alonso de Arellano, por atentar contra el Solar de Valdeosera en 7 de junio de 1481, y Don Carlos, el Emperador, confirma todos los privilegios nuevamente en Madrid, a 15 de febrero de 1527.
Desde este reinado van confirmando, sin interrupción, Don Felipe II, en 1620; Fernando VI, en 1749; Carlos III, en 1780; Fernando VII, en 1816; Doña Isabel, en 1868; el Gobierno Provisional, en 1869; Alfonso XII, en 1878, y Alfonso XIII, en 1903.
Todas estas gloriosas ejecutorias, de una raza limpia como el sol y sencilla en su grandiosidad como estas serranías, me las fueron contando durante muchas horas los viejos papeles que siempre dicen las verdades. La larga lista de los hidalgos riojanos de Valdeosera y de Tejada, contribuyó a todas las empresas de España, no olvidando nunca su Casa Solar en los Cameros, a la que fueron siempre, en un día como el que yo presencié, a tomar posesión de su Divisa y ser recibidos y asentados en sus libros Becerros.
En las Órdenes Militares, Maestranzas, Santo Oficio de la Inquisición, Colegios Mayores, en las Reales Chancillerías y Audiencias del Reino, etc., etc., la prueba de ser Caballero Divisero del Valdeosera-Tejada, siempre fué plena e irrefutable. Yo, después de conocer a estos hidalgos y saber sus antiguas historias, así lo comprendo.
Aquí tienes, pues, el libro nobiliario de la Rioja, primero que se publica y que contribuye, modestamente, al nuevo florecer de la genealogía y heráldica en nuestra patria. Lo bueno que en la obra encuentres es del Solar, los fallos perdónamelos a mí, que me atreví a poner en tus manos esta obra.”